¡Avanza! ¡Avanza!
Del otro lado de la calle, vi que un automóvil vacilaba cuando el semáforo se puso en verde. Entonces, de repente, una voz empezó a gritar: «¡Avanza! ¡Avanza! ¡Vamos, avanza!». El conductor pareció asustarse con los gritos, sin saber bien de dónde provenían. Entonces, lo vi… ¡el coche que estaba atrás tenía un altavoz que le permitía al chofer gritarles a los demás! Finalmente, el otro conductor recobró la calma y avanzó. Quedé pasmado ante la rudeza y la impaciencia de aquel hombre airado.
Biblioteca rodante
Antes de la aparición de los artefactos electrónicos y las distracciones de la actualidad, los largos días de verano de mi niñez se alegraban todas las semanas cuando llegaba la biblioteca rodante. Era un autobús revestido de estantes llenos de libros que iba de la biblioteca regional a los vecindarios, para que pudieran acceder a ellos las personas que no tenían medios de transporte. Eso permitió que pasara muchos días de verano leyendo libros a los que, de otro modo, no podría haber accedido. Aun hoy, sigo agradecido por el amor a la lectura que me fomentó aquella biblioteca rodante.
No alcanzó
Una de las modas de la década de 1970 en los Estados Unidos eran los saltos en motocicleta. Esta tendencia llegó a su punto máximo (y mínimo) el 8 de septiembre de 1974. Miles de espectadores se reunieron en el Cañón del Río Snake, en Idaho, para ver si Evel Knievel podía saltar el abismo en una «motocicleta del cielo» especialmente diseñada. Sin embargo, fracasó. Knievel solo había recorrido parte del trayecto cuando su paracaídas se abrió y lo depositó en el fondo del cañón. Algunos espectadores preguntaban: «¿Hasta qué distancia llegó?». Pero esa no era la idea. La realidad es que no llegó hasta el otro lado; es decir, no alcanzó su objetivo.
Fiel hasta la muerte
La Galería de Arte Walker, en Liverpool, Inglaterra, exhibe un cuadro de un soldado romano que vigila con lealtad la antigua Pompeya. Está inspirado en un descubrimiento arqueológico en esa ciudad de un soldado romano con toda su vestimenta militar y cubierto de cenizas. La erupción del volcán Vesubio, en el 79 d.C., cubrió la ciudad de lava y atrapó en un instante a la gente y su cultura. La pintura Fiel hasta la muerte da testimonio de la permanente vigilia del centinela, aun cuando a su mundo lo envolvía una muerte atroz.
Servicio de despertador
Una mañana de otoño, antes del amanecer, iba en mi automóvil a trabajar. De pronto, me sobresaltó un destello pardo frente a las luces delanteras, seguido del ruido de algo que golpeó contra el capó. ¡Había rozado un ciervo a unos 110 km (70 millas) por hora! Fue solo un golpe de refilón, y el coche no se dañó (tampoco el ciervo, hasta donde pude observar), pero sin duda, me impresionó. Como de costumbre, conducía en «piloto automático» por el conocido camino a la oficina, pero la conmoción del incidente hizo que prestara más atención. Seguí más alerta y tratando de calmar los acelerados latidos de mi corazón. Fue un servicio de despertador sumamente desagradable.
Marcar una diferencia
La historia de Elizabet era, cuanto menos, conmovedora. Después de una experiencia terriblemente humillante, tomó un autobús para irse de la ciudad y huir de la vergüenza. Llorando desconsoladamente, casi ni se dio cuenta de que el autobús había parado en el camino. Un pasajero que iba sentado detrás de ella, totalmente desconocido, estaba a punto de bajar, pero, de repente, se detuvo, se dio la vuelta y caminó hacia donde estaba Elizabet. Vio que lloraba, le dio su Biblia y le dijo que creía que la necesitaba. Tenía razón. Pero ella no solo necesitaba la Biblia, sino también al Cristo de quien ese libro hablaba. Elizabet recibió al Señor por este sencillo acto compasivo de un extraño que le regaló algo.
Ni más ni menos
Hace poco, leía sobre lo sencillo que es falsear el mensaje de la Biblia. Quizá tratamos de hacer que respalde lo que ya creemos en vez de permitir que nos transmita lo que Dios desea decirnos. Algunos la usan para defender un aspecto de un tema, mientras que otros hacen lo mismo para oponerse. Ambos citan las Escrituras para respaldar sus opiniones, pero los dos no pueden tener razón.
Álamos temblones
Mientras visitaba la Península Superior de Míchigan, me llamaron la atención dos árboles. Aunque las hojas de los otros árboles que los rodeaban no se movían, las de estos ondeaban con la más mínima brisa. Se lo mostré a mi esposa, y ella me dijo que se llamaban álamos temblones. Quedé asombrado ante el efecto visual que producían esas hojas. Mientras todos los otros parecían calmos e inmóviles, las hojas de los álamos temblones ondulaban, aunque el viento fuera sumamente débil.
Hasta lo último
Era el primer día de clases en el Instituto Bíblico de Moscú, donde estaba enseñando a pastores rusos. Empecé pidiendo a los alumnos que dijeran sus nombres y dónde servían, pero uno de ellos me dejó estupefacto cuando declaró abiertamente: «¡De todos los pastores, yo soy el más fiel a la Gran Comisión!». Por un instante, quedé desconcertado, hasta que él, sonriendo, agregó: «La Gran Comisión dice que debemos llevar el evangelio hasta lo último de la tierra. ¡Pastoreo una iglesia al norte del Círculo Ártico, en una aldea llamada “Lo Último de la Tierra”!». Todos nos reímos, y continuamos con la clase.
Volar solo
Los días 20 y 21 de mayo de 1927 marcaron un hito en la historia de la aviación, cuando Charles Lindbergh hizo el primer vuelo solo y sin escalas a través del Océano Atlántico. Ha habido muchos vuelos más que lo cruzaron, pero ninguno con un piloto que volara solo. Fue un logro histórico. Cuando Lindbergh aterrizó en Le Bourget Field, en París, una multitud de admiradores se agolpó para aplaudirlo por su proeza. Más tarde, cuando volvió a los Estados Unidos, lo honraron con desfiles y recompensas en reconocimiento a su valentía y espíritu individualista.